Meshes Of The Afternoon (Maya Deren, 1943)
La mujer sin cabeza (Lucrecia Martel, 2008)
Por Ayoze García
También son ganas de complicarse la vida, eso de querer comparar dos películas tan herméticas como Meshes Of The Afternoon y La mujer sin cabeza. Pero empecemos planteando que en ambas la protagonista se desdobla, literalmente incluso en el caso del cortometraje de Maya Deren.
Ese es uno de los aspectos que hacen de Meshes Of The Afternoon una auténtica mina para posteriores directores experimentales: David Lynch tomó buena nota de esas personalidades que se (con)funden ante nuestros ojos, y también del concepto de la narración como bucle que atrapa y engulle. Del mismo modo, Deren parece haberse adelantado al descolocamiento espacial que propone el polaco Wojciech Has en su film El sanatorio de la clepsidra (1973), ambientado en un lugar donde desde una ventana puedes verte a ti mismo paseando en el patio y donde te metes debajo de una cama y sales en medio de una selva.
Heredera en cierto sentido de esa corriente, La mujer sin cabeza bebe del David Lynch de Mulholland Drive (2001), pero también del Antonioni de L'Avventura (1961) y Blow-Up (1966).
Al principio de la cinta de Martel, una mujer atropella a un perro con el coche. Pero, ¿era de verdad un perro? Nosotros lo vemos y creemos que sí, igual que en Blow-Up vemos el cadáver escondido en el jardín. A eso se le suma la sensación de aturdimiento que le produce el choque a la protagonista. De repente, ella no es ella, no reconoce a sus seres queridos y se comporta de manera extraña. Se desdobla, como las múltiples Mayas que rondan por el cuarto.
El entronque con el esquema narrativo de Meshes Of The Afternoon se aprecia en que, de una manera más sutil y realista, Lucrecia Martel también nos hace revisar una y otra vez el mismo hecho: del atropello del perro a la sospecha de la protagonista de que en realidad ha matado a un niño, y de ahí a una serie de desmentidos y hallazgos que la directora argentina no maneja sin embargo como mecanismo para generar intriga, ya que su tratamiento resulta cualquier cosa menos espectacular. El objetivo parece ser más bien alumbrar desde distintos ángulos a esa mujer, en cuya cabeza (precisamente) retumban sin cesar los ecos del accidente.
Claro que no debemos subestimar que Martel introduce también uno de sus temas favoritos, la crítica a las clases acomodadas, y en concreto a sus métodos de narcotización de la conciencia. Por algo la película acaba como acaba, con una celebración de la complacencia. No caigamos nosotros en el mismo error, y recordemos una de las primeras imágenes de La mujer sin cabeza. Así que, ¿quién murió ese día, el niño o el perro?
'La mujer sin cabeza' |
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