"Tu cuerpo me pertenece"
Seisaku's Wife (1965)
"Es muy poco habitual encontrar una piel tan hermosa"
Irezumi (1966)
"Mi búsqueda ha sido larga y ardua para encontrar un cuerpo como el tuyo"
Blind Beast (1968)
Por Ayoze García
Me parece justo iniciar esta conclusión resaltando algunas limitaciones de nuestro análisis del cine de Masumura: por un lado, uno no es una autoridad en cine japonés, y por otro, sólo he visto doce de las más de cincuenta películas de este apasionante director (eso sí, son prácticamente las únicas disponibles con subtítulos en castellano).
Incluso podrá parecer cuestionable hablar de una línea de pensamiento coherente que recorre la obra del que muchos consideran un simple cineasta de género. Aunque si algo tengo claro, es precisamente que esta filmografía presenta una extraordinaria concentración temática e ideológica pese a sus interminables recovecos y ramificaciones.
Y en caso de que aceptemos que existe algo así como un discurso masumuriano, tuvo sin duda su culminación en Blind Beast. No por nada los escasos textos disponibles en Internet suelen obviar su producción posterior a 1968. Es cierto que muy pocos años después llegaría el colapso de los estudios Daiei y el ritmo de producción de Masumura bajaría considerablemente, pero ahí está por ejemplo The Music (1972) para demostrar que todavía tenía mucho que decir.
No. Al margen de las (todavía mayores) dificultades para acceder a sus películas de los últimos años, hay algo en Blind Beast que tienta al espectador a cerrar ahí la indagación en torno a la obra de Masumura. Y no digo que sea un mal trabajo (todo lo contrario), sino más bien que el efecto que provoca es similar al de un película francesa del año anterior: Weekend de Godard. También en Blind Beast podría aparecer en los títulos de crédito aquello de "Fin de cinema (sic)"...
Y ya puestos a jugar a las comparaciones, ¿por qué no poner sobre la mesa las similitudes del film de Masumura con El increíble hombre menguante (1957) de Jack Arnold? En ambos casos, un personaje narra su viaje sin retorno hacia los límites de lo humano, sobrepasándolos incluso. Vuelve a ponerse de relieve el carácter terminal de Blind Beast. Non plus ultra, señoras y señores.
Por otra parte, esa travesía que acaba en la guarida de la bestia ciega había empezado mucho antes, con el pase de modelos que se ve en Kisses (1957) y la aparentemente anecdótica presencia de unos soldados mutilados que piden limosna en Giants And Toys (1958). A partir de ahí, basta con pensarlo un poco y empezarán a aflorar las conexiones con Manji (1964), Seisaku's Wife (1965), Irezumi y Red Angel (1966). Descubrirlas en este artículo supondría arrebatar a quien no haya visto estas películas el placer de recomponer el puzle, pero haberlas haylas, créanme.
Bastará con señalar que las escenas en que el tatuador de Irezumi trabaja sobre la espalda de la ineludible Ayako Wakao son la más clara premonición de lo que vendría con Blind Beast, tanto visualmente como en cuanto a diálogos. La diferencia radica en que la segunda de esas películas se permite condensar al máximo los recursos para dar rienda suelta a las premisas que venían buyendo en el cine de Masumura: los personajes se reducen al típico triángulo madre-hijo-mujer/objeto de deseo (¿he dicho ya que Los pájaros es mi favorita de Hitchcock?). Y las localizaciones, aunque con unos decorados dignos de clásicos de la ciencia ficción como Metrópolis (1927) o Brasil (1985), pueden contarse con los dedos de una mano.
Así las cosas, no quedan esquinas donde esconderse, y si no que se lo pregunten a la pobre chica protagonista, enésima representante de la galería de modelos en el cine de Masumura, a la que secuestra un escultor ciego. La única opción es respirar hondo y afrontar las preguntas que nos arroja la pantalla: ¿Hasta dónde se puede llegar en la búsqueda de la obra de arte perfecta? ¿Qué nos queda cuando nos aislamos de la sociedad y caemos bajo el dominio de nuestras pasiones? Y más aún: ¿En qué punto la persecución del placer como bien supremo nos despoja de cualquier rastro de humanidad?
Masumura deja estos interrogantes en el aire, aunque como premio nos regala en los últimos minutos de Blind Beast una metáfora visual tan simple como hermosa y desgarradora. De hecho, probablemente ahí esté la respuesta. Negándose a sumergirse en el mismo abismo que sus personajes, nos lleva justo hasta el borde. Magistral. Y se acabó. Fin de cinema.
Locos por Masumura (II) / Cuerpos en transición: El mapa de la carne
Locos por Masumura (I) / Cuerpos afuera: Gigantes jugueteando con las personas
Monográfico sobre Yasuzo Masumura en La Linterna Mágica
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