Saturday, August 4, 2012

Actrices delante del espejo



"Odio que me fotografíen sin decírmelo"



"Nunca has podido hacerme el amor porque siempre has soñado con otra.
Alguien que no soy yo".



"Ya que soy actriz, ¿qué importa que la gente me perdone?"

Por Ayoze García


Se ha escrito bastante poco sobre Confesiones entre actrices (1971), y es una pena. Yoshida puede ser un director duro de roer tanto para el espectador como para el crítico, pero su filmografía sí que se presta a una clasificación por etapas bien diferenciadas, desde sus inicios en los estudios Shochiku hasta las últimas tres películas que hizo a partir de su regreso en 1986, pasando por sus "anti-melodramas" de mediados de los sesenta y la trilogía política encabezada por Eros y masacre (1969).

Confesiones entre actrices es probablemente la única película de este cineasta japonés que se resiste a encajar en dicho esquema: se aleja bastante de anti-melodramas como Una historia escrita en el agua (1965) o Flame And Women (1967), y se rodó en medio de la etapa política de Yoshida, justo antes que Golpe de estado (1973), el que sería su último largometraje de ficción durante varios años.

De hecho, a la hora de describir Confesiones entre actrices cabe emplear adjetivos normalmente ajenos al cine de Yoshida: visceral, estridente, chabacana incluso.

Esta condición de verso suelto queda confirmada cuando comprobamos que esta vez cuesta detectar algún rastro del influjo de Alain Resnais, que tanto pesa (para bien y para mal) en la obra de Yoshida. Por el contrario, Confesiones entre actrices abunda en referencias intencionadamente obvias a otros títulos de temática similar, como Eva al desnudo (Joseph L. Mankiewicz, 1950) o Persona (Ingmar Bergman, 1966)1.

Claro que ese es solo el punto de partida: Yoshida, que siempre ha sido un director interesado en que el espectador tenga conciencia de los mecanismos de la ficción cinematográfica, había dado muestras antes de sentirse cómodo haciendo cine-sobre-el-cine. Ya en La mujer del lago (1966) se veía un rodaje que guarda escasa relación con el resto del argumento, mientras que los dos jóvenes modernos de Eros y masacre empleaban una cámara entre otros medios en su intento de captar y/o subvertir la realidad pasada y presente.

Si tuviéramos que reducir el estilo visual de Yoshida a unos pocos elementos, habría que citar como mínimo el uso exagerado de la luz, los cuidados movimientos de cámara, la desorientación de sus encuadres y la presencia, casi obsesiva, de espejos. En Confesiones entre actrices, Yoshida se contiene bastante con el tema de la luz, quizá en parte por tratarse de una película en color. Aunque no se olvida de recordarnos en algún momento concreto que sí, que él es el mismo director de Eros y masacre, aquella oda a la saturación lumínica.


Ese estilo Yoshida se fue acuñando desde los primeros años de su carrera y alcanzó su mayor radicalismo en la trilogía política de entre 1969 y 1973, mientras que sus últimas películas como Cumbres borrascosas (1988) lo matizan y presentan una variante más sobria. Son precisamente esos excesos formales que Yoshida acabaría eludiendo años después los que, en mi opinión, confieren tanta fuerza a Confesiones entre actrices. Aunque la primera vez que la vi me pareció una distracción gratuita, por no decir un horror, la manera que el director tenía de elegir sus encuadres, rompiendo las más básicas reglas de composición cinematográfica. Porque a lo mejor esta imagen puede parecer hasta bonita:


Pero en seguida vemos cómo una y otra vez los objetos y los elementos arquitectónicos se inmiscuyen en el plano y eclipsan a los personajes. Como ocurre con esta pelota que flota en una piscina:


O con las numerosas lámparas que aparecen en la película:


Y aquí también, que ya es el colmo:


Del mismo modo, si de repente Yoshida decide que le sobra la mayor parte de la pantalla, no se corta un pelo:


Más desconcertante, imposible. Pero luego uno se pone a leer entrevistas y se entera de que para Yoshida toda esta agresividad visual equivale a decirle a los espectadores: "No confíen tan ciegamente en lo que ven en la pantalla. Por favor, intenten encontrar por su cuenta qué es lo realmente importante para ustedes como público en lo que ven en el encuadre"2. Y la cosa empieza a cobrar sentido.

Se puede discutir si esta es la película de Yoshida más arriesgada en cuanto a los encuadres, pero eso no es todo. Tal y como ha dicho Ayako Saito, en Confesiones entre actrices Yoshida "elimina el realismo de los diálogos y transforma todo el asunto en una caricatura repleta de diálogo excesivo"3. Ahí está la principal diferencia con el resto de sus películas (y el nexo de unión con Yasuzo Masumura, diría yo).

Porque Confesiones entre actrices resulta exagerada no solo por sus (des)encuadres, sino también por su propio argumento, diálogo e interpretaciones. En vez de uno de esos anti-melodramas caracterizados por una tendencia al distanciamiento y la abstracción, estamos ante un melodrama con todas las de la ley, maravillosamente cargante y vanguardista.

A menudo en el cine de Yoshida las mujeres vienen de tres en tres: las tres juguetonas jóvenes de Affair In The Snow (1968), las tres amantes del revolucionario de Eros y masacre, las tres protagonistas de Mujeres en el espejo (2002) y las tres actrices que se confiesan aquí. Y si bien ya destacábamos antes los guiños al argumento de Eva al desnudo, la estructura de la película recuerda más a la otra obra maestra de Mankiewicz, Carta a tres esposas (1949). Por algo ese es uno de los pocos directores de Hollywood que interesan a Yoshida.

En este caso, las tres mujeres son actrices que van a participar juntas en una película que también se llama Confesiones entre actrices y conoceremos su vida (sus trapos sucios, más bien) antes del comienzo del rodaje. Se trata por tanto de tres historias independientes que apenas se cruzan, y esa división queda patente ya desde los títulos de crédito: después de cada una de las tres primeras escenas aparecen los nombres de los actores que intervendrán en esa parte de la película, y curiosamente el resto de créditos (productor, director, etc.) no sale hasta el final.

¿Y qué nos dice esta película sobre lo que significa ser actriz? Fijémonos en la primera imagen que acompaña este artículo: una actriz que se mira en un espejo durante el descanso de un rodaje ve cómo la fotografía un extraño. Y, por supuesto, todo es una ficción capturada a su vez por la cámara de cine bajo la dirección de Yoshida. ¿Qué rastro de realidad puede salir indemne a semejante laberinto de reflejos y dobleces?

La omnipresencia de los espejos resalta la buscada sensación de falsedad, fascinante pero falsedad al fin y al cabo, que desprende Confesiones entre actrices. Vemos por ejemplo que la actriz interpretada por Mariko Okada sueña que se queda afónica (¡Persona!), como su personaje en la película ficticia que se va a rodar. Delante de su mánager, finge no tener voz y recurre a una joven que la admira y quiere seguir sus pasos (¡Eva al desnudo!) para que interprete sus gestos. La chica pronto empieza a añadir cosas de su cosecha. Luego, Okada vuelve a hablar pero acude a un médico y le pide que le haga un certificado porque se sigue creyendo enferma, y se somete a una sesión de narcoanálisis, solo que en realidad no le han inyectado un fármaco sino unas inocuas vitaminas. Falsedad por todas partes, y eso son solo los primeros minutos de película.

Eventualmente, llegamos a atisbar el fondo de estas mujeres y sus variopintas neurosis, aunque quizá sea un engaño más. ¿Neurosis? Dice otro médico: "Todo el mundo experimenta cosas así, y la diferencia entre una mente sana y una neurótica es ínfima". Quién sabe, a lo mejor entonces el que tiene razón es el mánager cuando afirma que "los sentimientos de una actriz son irrelevantes" y que "solo lo que se ve en el exterior es real". Y así nos quedamos, mascando nuestra confusión, que se multiplica como los reflejos en el espejo al final de Eva al desnudo.


Monográfico sobre Yoshishige Yoshida en La Linterna Mágica

Notas:

1. Esto ya lo señaló Allan Fish en su elogiosa crítica en el blog Wonders In The Dark

2. Lo dijo en la entrevista que le hicieron Pablo Acosta Larroca y Diego Cirulo, titulada Por un cine imperfecto: el cine puro de Kijû Yoshida

3. Cita sacada del artículo Mujeres y fantasía: Kijû Yoshida y Mariko Okada, del libro Kijû Yoshida: el cine como destrucción, que se puede leer gratis en Internet

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