Dos extraños, un hombre y una mujer, se encuentran en un puesto de revelado fotográfico, y por un malentendido acaban recibiendo y abriendo cada uno el sobre equivocado. Echan un vistazo, y ambos notan algo sospechoso en las fotografías del otro. Pero guardan las apariencias, y sin mucha ceremonia se intercambian los sobres y se marchan cada uno por su lado. Piensan poner lo que han visto en conocimiento de la policía. El espectador, no obstante, sabe que sus sospechas carecen de fundamento, porque conoce ya a estos dos personajes que pertenecen a líneas argumentales distintas dentro de la película, y que aquí han chocado por casualidad.
Esta escena de Vidas Cruzadas (Robert Altman, 1993) muestra los mecanismos de un determinado subgénero de cine moderno que busca explorar los recovecos del azar, partiendo de la idea de que las vidas humanas pueden acabar relacionándose de la manera más peregrina en un mundo globalizado y en el que nadie conoce a su vecino, lo cual genera desconfianza y equívocos.
Cartel de la película 'Vidas cruzadas' de Robert Altman |
Vidas Cruzadas inauguraba la semana pasada el ciclo del mismo nombre programado por el Aula de Cine de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Se trata de películas ambiciosas y de voluminosos repartos: Magnolia (que se proyecta este viernes a las 20.00 horas en el Edificio de Humanidades), Amores Perros, Syriana, Crash de Paul Haggis y Grand Canyon.
Como comentaba hoy en La Linterna Mágica el subdirector del Aula de Cine, Diego Grimaldi, todos estos títulos plantean la disyuntiva de si el azar "produce miedo por ser incontrolable, o si el azar se puede controlar". Y explicaba Grimaldi que pese a que Grand Canyon (1991) precedió a Vidas Cruzadas por un par de años, fue la cinta de Altman la que "por su calidad y complejidad marcó referencia y convirtió en moda esta manera particular de narrar, de mezclar historias de manera encadenada".
La huella de dicho director (que ya en películas de los setenta como M.A.S.H. o Nashville había apuntado en esta dirección) puede palparse en todo el ciclo. Incluso en Syriana, que es más bien un thriller político pero donde "están ocurriendo historias en distintos niveles sociales y en distintos lugares del mundo, lo que da una idea muy clara de lo que es la globalización". Y hasta cuando el escenario no se mueve de las cercanías de Hollywood (el estado de California suele aparecer retratado en estas películas), está presente la mezcla de culturas y razas que ejerce como principal fuente de conflicto en Crash.
Cine, por tanto, para un mundo globalizado y urbano, donde según describen los sociólogos se ha producido la "pérdida del sentido comunitario". Es lo que tiene no conocer al vecino con el que se vive puerta con puerta desde hace años, y lo que puede conducir a la soledad, un tema importante en varias de estas películas.
Y al ir colocando en distintos planos que se entrecruzan las historias de todo tipo de estratos sociales, en estas películas se le suele dar un giro a la función que asume el espectador, que a veces sabe mejor de lo que está ocurriendo que los propios personajes, o va descubriendo una serie de relaciones entre ellos que no resultan aparentes a simple vista. "Eso es lo que hace realmente interesante esta forma de narrar", concluye Diego Grimaldi.
En el programa #39 de La Linterna Mágica hablamos con José Luis Trenzado Diepa y Diego Grimaldi sobre los nuevos ciclos del Aula de Cine, incluido el de Vidas Cruzadas.
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