Te sientes embotado, llega un momento en que no sabes muy bien en qué sala de los multicines has entrado y tu pasión por el séptimo arte se tambalea temporalmente. Son los síntomas del Síndrome del Festivalero Saturado, que suele manifestarse a partir del quinto día seguido de dormir poco y ver muchas películas. Y tiene peligro, porque te puede obligar incluso a abandonar la sala a mitad de proyección (que tome nota la Policía de la Cinefilia para quitarme unos cuantos puntos del carné, pero ya).
En estos casos, lo mejor es tomárselo con calma y de ahí que tras esa inconfesable incursión fallida me conformara este jueves con el segundo bloque de cortometrajes de la Sección Oficial del Festival de Cine de LPGC, que tampoco estuvo mal.
Fueron cinco trabajos, de entre 10 y 48 minutos, en los que encontramos un poco de todo: diarios de viaje, comedia, cine histórico e historias cotidianas.
'1937' |
La Rusia del pasado y del presente quedó reflejada, respectivamente, en 1937 y Diario Ruso. En el primero de esos cortometrajes, dirigido por Svetozar Golovlev, palpita la paranoia a la que el régimen stalinista condujo a sus ciudadanos. En el año de la conocida como Gran Purga, que acabó con la ejecución de cientos de miles de supuestos opositores, un joven matrimonio tendrá que actuar como criminales a la fuga para bautizar a su hijo. Se trata de una pequeña película sobria e impecable, de la que se pueden extraer lecciones más allá del momento histórico concreto.
Luego está Diario Ruso, del chileno Jorge Tur Moltó, el resultado de un viaje emprendido por una pareja que se disuelve (y no, aquí no hay ningún guía georgiano como en The Loneniest Planet, quédense tranquilos). Dicha circunstancia le da más peso a las imágenes documentales tomadas por Moltó, porque entendemos lo que significan esos planos furtivos de la chica de las botas rojas. El desencanto sentimental lleva al autor de Diario Ruso a fijarse en otras personas "que sí se siguen llevando bien pese al frío", y que juegan con bloques de hielo o comparten la alegría de escuchar una canción que les gusta.
El representante español en este bloque de cortos, Chus Domínguez, viajó por su parte a Italia para reconstruir el recorrido por la costa italiana que Pasolini hizo en 1959 y que quedó plasmado en la serie de reportajes Larga carretera de arena. Primero filmando en blanco y negro, Domínguez se dio cuenta de lo que quería exactamente al llegar a Ostia, donde años después encontraría su final el poeta, intelectual y autor entre otras películas de El Evangelio según San Mateo. Ahí es cuando se pasa del blanco y negro al color, y de la reconstrucción de un viaje al concepto reflejado en el título del documental: Catálogo de escenarios para la muerte de Pier Paolo Pasolini.
'Catálogo de escenarios para la muerte de Pier Paolo Pasolini' |
"Este catálogo de lugares plantea un cuestionamiento de nuestra aceptación de la diferencia insurrecta y crítica", reza el texto del catálogo del festival. Y bueno, es una forma de verlo. Pese a que a mí no me disgustó, querría saber cuáles pueden ser los criterios para juzgar más de 40 minutos de planos fijos de paisajes poco vistosos. ¿Qué imagen es más poética, la de esta alcantarilla o la de aquel muro? Resulta complicado en caso de que queramos olvidarnos del contexto teórico.
Frente a eso, la presencia de un corto como The Dance sólo puede interpretarse como un necesario momento de respiro. En diez minutos, el canadiense Pardis Parker dirige y protagoniza una historia romántica y cómica en una oficina. Por eso uno se acuerda de la mítica serie de Steve Carell, y Parker sale bien parado de esa injusta comparación.
Y para lo último dejamos el que probablemente sea el título con más posibilidades de hacerse con un premio entre los presentados en este segundo bloque. The Nest, del georgiano Tornike Bziava, logra en 21 minutos dibujar con certeza a sus personajes y dejar que las escuetas premisas del argumento respiren y se desarrollen con naturalidad. Bravo.
No comments:
Post a Comment