Friday, December 2, 2011

Cuatro premoniciones en el cine de G. W. Pabst

Por Ayoze García

Cualquier director versátil, difícil de encasillar y que no pertenezca a lo que los críticos conciban como la corriente artística principal de su tiempo corre el riesgo de caer en el olvido. Ése es el caso por ejemplo de Georg Wilhelm Pabst, quien trabajó en la Alemania de la República de Weimar y no estaba ligado al expresionismo de F. W. Murnau y Robert Wiene.

La mayor parte de lo que hasta ahora se ha escrito sobre Pabst ha sido en relación con la actriz Louise Brooks, cuya luminosa presencia adorna dos obras maestras del periodo mudo como son La caja de Pandora y Tres páginas de un diario (ambas de 1929). Resulta comprensible, si bien se echa de menos una visión más completa. Y obviamente esas dos películas formaron parte del ciclo sobre este realizador que la semana pasada organizó el Aula de Cine de la Universidad de LPGC, y en el que las presentaciones corrieron a cargo de Luis Miranda.

Ahí pudimos ver un total de cinco títulos que abarcan un periodo corto (de 1926 a 1932) dentro la amplia filmografía de Georg Wilhem Pabst, ya que él superó la transición al cine hablado y estuvo dirigiendo hasta la mitad de los años cincuenta. A las dos películas protagonizadas por Brooks se le suman Misterios de un alma (1926), La comedia de la vida (1931) y La Atlántida (1932), todas ellas piezas de un puzzle que espera a ser recompuesto y que a buen seguro puede mostrarnos a un director de una notable modernidad.

Nosotros nos conformamos por ahora con citar cuatro premoniciones (acertadas o no) que hemos encontrado en el cine de Pabst:

1. El personaje de Charles Foster Kane. ¿Fue William Hearst la única fuente de inspiración de la que Orson Welles se valió para crear Ciudadano Kane (1941)? Probablemente, pero como a uno le gusta tocar las narices de vez en cuando, hay que resaltar la similitud entre Kane y uno de los personajes de La caja de Pandora. Esta posible conexión sólo se ha planteado de pasada en algún artículo y foro de Internet, pero a un servidor le saltó a la vista desde un primer momento: el personaje de Pabst se llama Ludwig Schön y es un poderoso periodista que cae en las redes de una despreocupada mujer (Lulú, interpretada por Louise Brooks) e intenta sin éxito hacerla triunfar en el mundo del espectáculo. Claro que en la vida real a Hearst se le conocieron ese tipo de episodios sentimentales, así que dejémoslo en que tanto Pabst como Welles bebieron de la misma fuente (y aún así, el realizador austríaco fue el primero en hacerlo).


2. El lesbianismo. También en La caja de Pandora aparece el considerado como primer personaje femenino claramente homosexual dentro de la historia del cine. Si tamaña provocación fue permitida en su día, quizá fuera porque se entiende como una muestra más del omnívoro y casi inconsciente poder de seducción que ejerce Louise Brooks, y que hacía que hasta las mujeres cayeran en sus redes. Cabe comentar asimismo que esta lesbiana interpretada por Alice Roberts está tratada con bastante sensibilidad, y aunque el amor la arrastre hacia el crimen su papel nunca degenera en una caricatura.


3. El diario de…
Un aspecto llamativo de la segunda colaboración entre Pabst y Brooks es el mismo título: Tres páginas de un diario en castellano, Tagebuch einer Verlorenen (Diario de una perdida) en alemán. Estaría bien que alguien analizase cuál es el papel que el diario desempeña en el argumento, porque es un tema que puede dar bastante de sí. Ese diario lo recibe Louise Brooks como regalo el día de su confirmación, y es cualquier cosa menos privado: el primer hombre que la corrompe es también quien lo estrena escribiéndole la hora de un encuentro, y más tarde la propia familia de la joven no dudará en romper la cerradura para hacer averiguaciones sobre su vida. ¿Hay aquí un presentimiento de que la intimidad del ser humano en los tiempos modernos será un recinto manoseado constantemente por sus semejantes? Después de esos episodios, la protagonista asumirá que su vida ha quedado expuesta a la vista de todos, e irá arrancando sucesivamente las hojas del diario para escribir cartas y direcciones.


4. Another Brick In The Wall. Terminamos con los momentos más llamativos de Tres páginas de un diario, que tienen lugar en el reformatorio en el cual ingresan a Louise Brooks. Muy alejado de las travesuras amables de Cero en conducta (1933) de Jean Vigo, el film de Georg Wilhelm Pabst se regodea aquí en un sadismo que probablemente refleje los años que el director austríaco pasó en un campamento de prisioneros durante la Primera Guerra Mundial. Las muchachas del reformatorio tienen hasta que sorber la sopa al unísono, y el guardián parece sacado de La Familia Monster. No cuesta mucho por tanto imaginarse al británico Alan Parker tomando recortes para la escena de The Wall correspondiente a la canción Another Brick On The Wall.


Aunque lo más aterrador es ver a Brooks, todo un icono de la sofisticación, ataviada con esa vestimenta y peinado tan protohitlerianos. ¡Brr!


En la edición #48 de La Linterna Mágica hablamos del ciclo que el Aula de Cine de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria dedicó a G. W. Pabst

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